Soy Nallely Palomino y en en 2001 parecía que todo estaba bien...

Pero por dentro me sentía vacía, sin ganas de sonreír, sin energía.

Estaba desconectada de mi cuerpo y de mí misma.

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Vivía en piloto automático, convencida de que “todo estaba bien”, aunque era evidente que no lo estaba… lloraba todos los días, me sentía sola, confundida, con ataques de ansiedad que ni siquiera sabía reconocer como tal.

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Mi cuerpo comenzó a hablar… y luego a gritar: Gastritis, colitis, dolores musculares, contracturas…

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Estaba sumergida en una relación marcada por la violencia emocional y sexual...
Mi relación con mi familia era tensa, distante… Y con mi propio cuerpo, aún peor.

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Aun así, seguía ignorando las señales.

Busqué médicos, especialistas, terapias, mil dietas, nada parecía funcionar...

Hasta que un día, toqué fondo.

Y ahí, en medio del dolor, algo dentro de mí despertó.

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Me hice una pregunta que cambió mi vida:

“¿Y si mi cuerpo no está roto?
¿Y si este dolor es un llamado de mi alma a volver a mí?”

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Ese fue el inicio de un viaje profundo de transformación: Un regreso a mí.
A escuchar mi cuerpo, a mirar mi historia, a abrazar lo que por años había evitado.

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Sané de gastritis y colitis crónicas, un quiste que parecía requerir cirugía "desapareció", el virus del papiloma humano hoy se encuentra inactivo.

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Recuperé la conexión conmigo.
Recuperé la paz, las ganas de vivir, el amor por mi cuerpo.

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Pero por ahí del 2014 voilví a soltarme de mí misma.
Volví a exigirme, a no parar… hasta que mi cuerpo me gritó fuerte.

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Mientras era bailarina y docente en danza, llegué a lesionarme varias veces por no atender a tiempo los desgarros musculares uno de ellos, en el muslo posterior derecho, se complicó tanto que generó fibrosis, limitándome la movilidad y dejándome con dolor crónico constante.

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Intenté seguir por un par de años así...

 

Daba clases de pole fitness, danza y otras disciplinas físicas, hasta que mi cuerpo no aguantó más.

Fue entonces que me diagnosticaron fibrosis en los isquiotibiales.
Comenzó un proceso intenso de rehabilitación física que duró 1 año y 7 meses, con fisioterapia, aparatos especializados, terapias dolorosas y también un trabajo profundo a nivel emocional...

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Tuve que dejar de hacer muchas cosas que amaba, incluso yoga y pilates.
Esa etapa removió muchas emociones. Me sentí limitada, frustrada, cansada…

Y nuevamente, la vida me recordó el camino:

Volver a mí.
Ser compasiva conmigo.
Sostenerme con amor.

Así fue como también me sané.

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Hoy sigo enfrentando otros desafíos físicos, como miomatosis uterina, y recientemente, tras una resonancia magnética, supe que también tengo un problema en la columna.

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Pero ya no veo mi cuerpo como un enemigo, lo escucho, lo honro, lo acompaño con amor.

Esa es mi verdadera sanación.

Porque entendí que no podía sanar mi cuerpo si mi alma estaba rota.

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Tuve que volver a mí.
A conocerme otra vez.
A recuperar la confianza en mí, en mi cuerpo y en mi camino.

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Y gracias a ese camino, que fue doloroso pero profundamente sagrado, nació lo que hoy es mi misión de vida:

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Acompañar a otras mujeres a reconectar con su poder autosanador, volviendo amirarse con amor y confiando en su luz.

Amarse incondicionalmente.

Así nació el Método CONFÍA®.